Por el Dr. César Suárez
Toda cosa que se haga siempre tiene un propósito con intenciones disímiles de acuerdo a cada quien y a qué circunstancia.
Yo mismo, ahora, me he puesto a escribir para elaborar la columna que cada domingo se publica en Diario Cambio desde hace 30 años con el propósito de tener tiempo suficiente para realizar todas las correcciones necesarias. Hoy es miércoles y aún faltan 4 días para su publicación, es necesario, habitualmente, reacomodar o sustituir algunas palabras que no calzan, reacomodar frases, readaptar conceptos para intentar que el mensaje llegue tal cual a quien lo lea y lo pueda comprender sin ambigüedades, lo cierto es que algunas veces se logra y otra no tanto, y en ocasiones, por ciertos comentarios de mis lectores, no necesariamente comprendieron exactamente lo que yo quise trasmitir, quizás porque lo leen superficialmente, y otras, porque no supe llegar con precisión a la mayoría de los lectores.
La realidad es que a veces hay que dejar madurar las ideas plasmadas sobre el texto escrito, releer, y cuando ya parece que no hay forma de continuar, salirse, despejar la mente y volver y mágicamente surgen nuevas ideas para darle una forma coherente.
Pero hablando de proyectos de cualquier naturaleza, no siempre el propósito coincide con el resultado, ya sea porque la circunstancias no se adecuan y alguna variable ajena se interpone en el camino o porque el proyecto no se compadece de la realidad y el fracaso ya está asegurado de antemano o porque se pierde la motivación.
La realidad nos muestra que cualquier propósito, tiene que tener un proyecto y una estrategia con la capacidad de disponer de un plan b o c y la agilidad para adaptarse a los vaivenes de la realidad, pero también tener la motivación y la voluntad para no dejarse amedrentar por los contratiempos que son ingredientes inevitables durante el desarrollo de cualquier propósito, pero lo primero es saber leer la realidad, tal cual, para no transitar por vericuetos evitables que no llevan a ninguna parte y donde se gasta energía y recursos que sólo retrasan y alejan la meta.
En todo trayecto de un determinado propósito, juega un papel trascendente, el conocimiento, la preparación, la experiencia y la inteligencia de saber mover las piezas en el momento justo, en forma correcta y anticipando en el plan los posible movimiento futuros tal cual como sucede en una partida de ajedrez, tratando de esquivar a tiempo errores evitables que al no analizarlos y preverlos terminan por distorsionar el resultado y en todo esto está la diferencia del éxito de algunos y el fracaso de otros.
Por todas estas razones las pequeñas empresas están sujetas a la perspicacia de sus promotores y las grandes empresas se roban entre sí a los gerentes o ceos con trayectoria y experiencia y les pagan salarios monumentales porque la performance y los resultados, depende de esas “cabezas”.
Pero en última instancia, el éxito de cualquiera siempre está relacionado a la capacidad de pensar, razonar, planificar, antes de actuar porque el error que se evita antes de cometerlo acorta el camino hacia cualquier propósito y su resultado.