Por Carlos Silva
Septiembre siempre trae consigo un aire distinto. No es solo el cambio de estación, no es únicamente que los días comienzan a ser más largos o que las temperaturas nos invitan a salir más a la calle. Septiembre tiene un simbolismo especial, es el mes de la juventud, es el mes en el que se celebra el Día Mundial del Turismo y, sobre todo, es el mes en el que la naturaleza nos recuerda que, después de cualquier invierno, siempre llega la primavera.
En Salto, este renacer cobra un sentido aún mayor. Porque no se trata solamente de ver cómo florecen los árboles en nuestras plazas o cómo los campos se llenan de verde. Se trata de volver a sentir que nuestra ciudad también puede florecer, que las oportunidades que parecían marchitas pueden volver a germinar y que una nueva etapa se abre paso. La Semana de la Juventud, recientemente celebrada, no es solo un conjunto de actividades recreativas y culturales, es una señal clara de que las nuevas generaciones están buscando su lugar, que tienen mucho para aportar y que necesitan que les demos el espacio para hacerlo y así lo hizo la oficina de la Juventud y todo el Gobierno de Salto.
La juventud representa energía, creatividad y esperanza. Y son justamente esos tres elementos los que hoy Salto necesita con más urgencia. Venimos de años en los que se instaló el pesimismo, en los que muchas veces predominó la idea de que “acá no se puede” o de que “todo está perdido”. Sin embargo, septiembre nos invita a mirar hacia adelante, a confiar en nuestra gente joven y a apoyarnos en su empuje para volver a levantar a nuestro departamento.
El turismo es otro de los motores que pueden y deben acompañar este renacimiento. No es casualidad que el Día Mundial del Turismo coincida con esta época del año. El turismo es, en esencia, la capacidad de mostrar lo mejor que tenemos y de abrir nuestras puertas al mundo. Salto cuenta con riquezas únicas: sus termas, su historia, su producción, sus paisajes. Pero sobre todo cuenta con el talento y la hospitalidad de su gente.
Aprovechar este potencial es una tarea de todos, porque no se trata únicamente de atraer visitantes, sino también de generar empleo, de dinamizar la economía local y de recuperar ese orgullo que siempre distinguió a los Salteños. Acá también el área de turismo del Gobierno y los operadores privados, estuvieron a la altura de las circunstancias.
Hoy hay un gobierno departamental que comienza a ordenar, que abre espacios que estaban cerrados, que impulsa nuevas iniciativas y que pone a las personas en el centro de su gestión. Los jóvenes participando con entusiasmo en sus actividades, apropiándose de los espacios públicos, generando propuestas. El sector turístico reacomodándose para una nueva temporada con expectativas renovadas. Todo esto son brotes verdes que anuncian que el invierno ha quedado atrás.
Por eso, más que un cambio de estación, debe ser vista como un cambio de actitud. Es el momento de recuperar la confianza, de creer que sí es posible transformar la realidad y de poner manos a la obra para lograrlo. Porque cuando una comunidad se convence de que puede crecer, de que puede progresar y de que vale la pena el esfuerzo colectivo, no hay obstáculo que la detenga.
Salto vuelve a florecer en primavera, y depende de nosotros que ese florecer no sea solo estacional, sino que se convierta en un renacimiento duradero. Que esta primavera marque el inicio de una nueva etapa, en la que juventud y turismo, dos fuerzas vitales para nuestro presente y futuro, caminen de la mano para devolvernos la esperanza y el orgullo de ser Salteños.