Pasar al contenido principal

Los tuyos, los míos, los nuestros (fantasmas)

Por Alexandra Ledesma
Socióloga y Educadora Sexual
Es cierto que si hablamos de personas adultas, es muy probable que ya se haya transitado por una mas relaciones de tinte amoroso o compromiso en el pasado. 
Es por ello que muchas veces, inevitablemente, solemos comparar el vínculo actual con vínculos anteriores, sobre todo pensando en cómo era la relación de nuestra pareja con sus ex parejas. 
Surgen preguntas acerca de ¿cómo era con él/ella?,  ¿lo/la trataba igual?, ¿había peleas?, ¿por qué peleaban?, y algo que parecería hasta casi una cuestión de estado, es saber exactamente el motivo por el cual la relación llego a su fin.  
Comparar o compararse no podría traducirse en algo positivo, porque más allá de que si existen  cosas que podemos rescatar, también nos topamos con aquello que puede actuar como obstáculo para el vínculo en el que hoy nos encontramos. 
Podría ser algo positivo desde el punto de vista de entender su historia emocional, puede que nos deje pistas que nos hablen de sus heridas, de sus aprendizajes y preferencias. 
Por otro lado también conocer su evolución (o involución), si logro relacionarse desde un lugar sano, empático, con madurez, si muestra crecimiento personal. 
Poder compartir aquello que a nuestro entender no funciono como esperábamos en el pasado, puede abrirnos el horizonte para mejorar. Este intercambio con el otro sobre aquello que no logramos superar en antiguos vínculos, nos permite reconocer donde estuvo la fuga y trabajarlo para que no suceda nuevamente.  
Esto además fortalece la confianza y a su vez impide que se repitan patrones. 
Comparar comportamientos o tipos de relación solo impide que se pueda vivir el presente, solo trae fantasmas del pasado que en nada aportan, y puede arrastrarnos al límite entre lo ideal y lo demoníaco de esa persona. Antes era “peor”, antes era “mejor”, pero eso era antes, punto. 
Y es que justamente, a partir de ello, puede surgir la exigencia de ser o de no volver a ser, compensando o corrigiendo aquello que sucedía en otro momento con otra persona. 
Y déjenme decirles algo, nadie, absolutamente nadie, debería cargar con eso, somos lo que somos, hoy, porque ayer fuimos otros, con otras personas, en otro contexto, con otras herramientas. 
El punto está en mantener un equilibrio (como todo en la vida), que todo sea parte de un aprendizaje y de no cometer los mismos errores. Poder enfocar en los cambios positivos, en la no repetición de patrones, en los valores que si se mantienen, en la forma en que se tiene de cuidar. Porque no hay recetas, pero si algo que me atrevo a decirlo como verdad universal, si cuidamos continuamos, sino terminamos. Entonces cabe preguntarme ¿cómo es conmigo esta persona HOY? ¿de qué forma me cuida? 
Conclusión, la comparación solo podría ser buena si se hace para mejorar juntos, si solo me impulsa a ser mejor, si aprendemos de eso que vivimos y estamos seguros de eso que no queremos repetir. No se trata de si fue mejor o peor, se trata de si soy yo mismo la mejor versión de mí para brindárselo a mi pareja. 
El vínculo se construye de a dos, y de hoy en adelante, y desde nuestro “yo” evolucionado. Porque somos eso, seres que evolucionan, que tropiezan, que aprenden, y que se elijen desde ahí.