Por el Padre Martín Ponce de León
Resulta muy difícil despojar a los relatos evangélicos de lo que hace a su esencia. Evangelio quiere decir “Buena Noticia”, por lo tanto, ambas realidades no hacen otra cosa que manifestar una única novedad.
La “Buena Noticia” que nos proponen no es otra que lo que Jesús nos revela sobre el Padre Dios. Todo lo de Jesús no es otra cosa que una voz muy potente que nos habla de Dios. Nos habla de Dios con su estilo de vida, para que viviéndolo nos sepamos colmados de Dios.
Sus palabras se encuentran apoyadas en su estilo de vida. Lo suyo es tan cuestionador porque todo está colmado de una coherencia que puede resultarnos imposible de lograr.
Ser testigos de la “Buena Noticia” no es repetir textos de la Biblia, sino intentar llevar un estilo de vida como el que Jesús supo vivir.
Evangelizar no es una cuestión de saber sino de vivir y ayudar a vivir. Si fuese una cuestión de conocimiento sería una tarea que requiere un algo de estudio y de mucho coraje para transmitir lo aprendido. Sería hasta sencillo y fácil de realizar.
Evangelizar es intentar vivir como Jesús vivió y testimoniar vale la pena intentarlo.
Jesús sustenta su vida en la experiencia de Dios que le da razón a su vida y a su misión.
Su presencia en medio de nosotros es un algo que debería modificar, desde la raíz misma, el concepto que, muchas veces, tenemos de Dios. Dios es cercanía con nosotros.
Esa cercanía le hace ser un ser entrañablemente amoroso con cada uno de nosotros. Por ello, en reiteradas oportunidades pone el ejemplo de aquel que ha perdido algo de valor y mueve todo lo que está a su alcance para poder volver a encontrarlo.
Somos tan queridos por Él que intensamente nos está buscando cuando, por diversas razones, nos alejamos de su cercanía. El ejemplo más elocuente del actuar de Dios es el de ese padre a quien su hijo le reclama su herencia (lo considera muerto para él) y se aleja de su casa (no quiere saber más nada con lo que dice de su padre). El padre constantemente está en lo alto de la casa mirando hacia el camino esperando el retorno de su hijo y, al verlo a lo lejos, baja a recibirlo y a manifestar la alegría que le produce su retorno.
Su cercanía no responde a otra cosa que al inmenso amor que nos tiene. Nos perdona y nos brinda nuevas oportunidades para que nos demostremos haber aprendido desde lo que hemos vivido. Por ello es que es Padre cercano y misericordioso.
Le expresión “Dios, Padre todopoderoso” que la Iglesia utiliza con mucha frecuencia no responde acabadamente a lo que la “buena Noticia de Jesús” nos refiere de Dios. Para Jesús, Dios es “amoroso” y, por lo tanto, deberíamos utilizar con mayor frecuencia la expresión “Dios, Padre amoroso” que resulta más fiel al Dios de Jesús.
El Dios de Jesús es un Padre amoroso que desea nos sintamos y vivamos con dignidad nuestra condición de hijos suyos. Por ello, lo de Jesús está impregnada de una tarea humanizadora que debemos intentar hacer nuestra.
Jesús nos mira a los ojos y nos hace saber válidos, necesarios y dignos, desde nuestra condición personal. Por ello no busca otra cosa que, cada uno, pueda vivir su originalidad (ser auténtico) sin necesidad de andar imitando a los demás. No somos un remedo de algún otro ser, sino que siendo lo que somos ya somos dignos, válidos y libres, para el mundo mejor con el que debemos soñar, construir y buscar.
Dios no nos quiere porque podamos ser copias, caricaturas o fotocopias de otros. Nos ama, nos quiere y valemos en la medida que seamos capaces de ser nosotros mismos. Ello es, también, parte de su “Buena Noticia”.