Por el Dr. César Suárez
La gente compra cosas que no necesita con dinero que no tiene para impresionar a gente que no soporta.
Esta frase que se le atribuye a más de un autor, (Chick Plahniuk y Will Rogers por lo menos). Hoy, sin importar demasiado quien lo haya dicho o escrito, define en pocas palabras los alcances del consumismo y la del endeudamiento feroz que acumula nuestra sociedad en áreas en las que no se justifica por una necesidad imperiosa sino por el contrario, la obsesión casi enfermiza de comprometer gastos a futuro, en cosas que ya tiene o que realmente no se necesitan desestabilizando la economía personal o familiar para un porvenir incierto y cambiante.
Cuando uno compra con dinero que no tiene, siempre termina pagando por lo mismo más caro o mucho más caro de acuerdo a la “letra chica” de cualquier contrato o compromiso que en general, ante cualquier atraso en el pago del comprometido, se le suelen aplicar intereses leoninos como habitualmente sucede con las innumerables casas de préstamo para el consumo o con los saldos impagos de las tarjetas de crédito que encarecen en forma desmedida el bien comprado con ese crédito.
Según el Banco Central, la población común del Uruguay, acumula más de 5600 millones de dólares de deudas y se calcula que el 40% de esa deuda, que se opera en los barrios periféricos de las ciudades, son créditos sin registro formal y que el cobro se suele acompañar de presiones indebidas, acoso, amenazas y hasta acciones violenta para cobrar las deudas generadas.
En la actualidad, promediamente, las familias en el Uruguay tienen deudas que superan, sumadas, más de 35% por ciento de los ingresos anuales entre deudas por créditos al consumo, préstamos con acreditación de créditos más créditos hipotecarios para vivienda.
Una familia que tenga un ingreso de promedio mensual de 80.000 pesos, y por consiguiente, un ingreso anual de 960.000 pesos, tiene deudas, en promedio, por lo menos de 350.000, que de pagarlos, reduce la disponibilidad significativamente.
Los uruguayos tienen una deuda colectiva de 1200 millones de dólares para la adquisición de vehículos, cifra que viene aumentando, año tras año, lo que equivale a un compromiso del pago de innumerables cuotas que incluyen caros intereses no percibidos por la división de la deuda en muchas decenas de pagos, que se terminan de pagar cuando el auto es viejo y ya no vale ni la tercera parte del pago acumulado.
Hay personas que con las obligaciones económicas familiares o personales, no les alcanza para hacer frente a las deudas contraídas por lo que la deuda se agiganta con los intereses de mora, “pierden el tren” y quedan sin chances de nuevos créditos los que los lleva frecuentemente a recurrir a crédito informal generando ese 40% de deudas con organizaciones clandestinas,
En nuestra realidad con una inflación que no supera el 4 a 5%, los intereses reales de las casas de créditos que proliferan y se promueven generosamente por los medios de comunicación, sobre todo la televisión, superan el 40% de interés (microcréditos, atrasos con las tarjetas de crédito, intereses de mora terminan por destrozar la economía familiar.
Lo lamentable es que frecuentemente, se suele recurrir a créditos para adquirir chucherías por la falta de conciencia del impacto futuro tendrá para economía personal y familiar por falta de conciencia financiera por falta de la educación necesaria en este rubro para poder evaluar realmente del uso de créditos innecesarios y mal cálculo de la capacidad personal de hacer frente a esos compromisos a tal punto que ya se promocionan créditos para pagar créditos.
De no creer, pero es la triste realidad de cientos de miles de uruguayos.