Por Carlos Silva
En Salto se respira un aire distinto. La ciudadanía, con esperanza y prudencia, comienza a sentir que estamos transitando un tiempo de cambio. Ese cambio no es una consigna vacía ni una promesa para el futuro, es algo que ya se percibe en la calle, en la producción, en la confianza que empieza a despertar en los Salteños, y es la idea de que podemos levantarnos y recuperarnos.
El discurso reciente de nuestro Intendente Carlos Albisu en la inauguración de la Expo Salto 2025, no fue uno más, volvió a poner en el centro de la agenda lo que tantas veces reclamamos. Salto necesita ser gobernado pensando en grande, con la mirada puesta en el trabajo conjunto del campo y la ciudad, con la producción, el comercio y la gente, como motores de ese proceso.
Durante mucho tiempo convivimos con la resignación. Parecía que lo único posible era conformarse con menos, mirar hacia abajo y no hacia adelante. Pero hoy sentimos otra energía. Hoy sabemos que, con esfuerzo compartido, podemos devolver a Salto el dinamismo que lo caracterizó en otras épocas, cuando era visto como un referente en innovación, cultura y producción.
Los desafíos que tenemos por delante no son sencillos. Arrastramos una pesada herencia de deudas y desorden que condiciona cada paso. Pero lejos de ser un obstáculo insuperable, esa situación nos obliga a redoblar el compromiso. Cuando no hay recursos, debe haber más creatividad, cuando falta dinero, debe sobrar trabajo y cuando los problemas parecen enormes, la unión de la gente se convierte en el capital más valioso.
Este aire de cambio se sostiene en la convicción de que el campo y la ciudad no son mundos separados, sino piezas de un mismo engranaje. El productor que siembra o cría ganado necesita del comerciante que vende, del trabajador que transporta, del estudiante que se forma y del profesional que aporta conocimiento. El progreso no es individual ni sectorial, es colectivo, es Salteño.
La producción local, en sus distintas expresiones, ha dado señales claras de que quiere ser protagonista. Ya no alcanza con sobrevivir, hay que crecer. Y para crecer, necesitamos políticas públicas que acompañen, infraestructura adecuada y un gobierno departamental presente, que escuche y dé respuestas.
Pero no todo depende de las autoridades. La ciudadanía también tiene un papel central. El cambio verdadero surge cuando cada uno entiende que su esfuerzo individual es parte de una construcción más grande. Así lo demostraron los vecinos que, aun en momentos de incertidumbre, confiaron en que valía la pena apostar a un rumbo distinto.
El camino no será corto ni sencillo, pero ya dimos el paso más importante: empezar a creer otra vez en nosotros mismos. Recuperar la confianza en Salto, en nuestra capacidad de trabajo y en nuestra identidad es el primer motor del desarrollo.
Y si de símbolos hablamos, este olor a campo con aires de cambios es también una invitación a recordar nuestras raíces y a proyectar nuestro futuro. El campo, con su esfuerzo silencioso, y la ciudad, con su empuje cotidiano, deben unirse como nunca antes para transformar la esperanza en resultados concretos. Ese es el verdadero desafío, que el aire de cambio que hoy sentimos no sea pasajero, sino que se convierta en viento que empuje a Salto hacia un nuevo tiempo de prosperidad.
Hoy podemos decir que Salto vuelve a tener futuro, porque vuelve a tener esperanza. Y esa esperanza se sostiene en la certeza de que, unidos, campo y ciudad, producción y gente, vamos a superar los obstáculos y a construir juntos el departamento que soñamos.