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El manejo rotativo del canutillo mejora la productividad y la recuperación del suelo

El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) viene desarrollando una línea de trabajo centrada en la validación del manejo del canutillo (Paspalum dilatatum), una gramínea perenne estival que forma comunidades dominantes en amplias áreas del país. El Ing. Agr. Martín Jaurena, investigador de INIA Tacuarembó, explicó que se trata de "una validación del conocimiento generado sobre esta especie, aplicando una tecnología de manejo que se sustenta en diez claves productivas, algunas de las cuales ya están siendo comprobadas en campos de productores".
Uno de los sitios de validación se encuentra en la zona de Santander, Tacuarembó, en el establecimiento de "Las Mellizas Rodríguez", un predio de Colonización donde se ha implementado un sistema de pastoreo rotativo sobre 30 hectáreas de canutillo subdivididas en ocho potreros. Según explicó Jaurena, "cada potrero tiene un pastoreo semanal, determinado por la disponibilidad y calidad del forraje, no por un calendario fijo". Esta estrategia permite una mejor utilización de la pastura, asegurando tanto la sustentabilidad del sistema como el mantenimiento de los animales de cría.
Valor forrajero del canutillo
El investigador de INIA destacó que el canutillo "es una especie muy productiva, aunque históricamente subvalorada por su tendencia a formar cañas duras de baja palatabilidad, especialmente para vacunos y ovinos". Sin embargo, puntualizó que "el forraje verde del canutillo tiene una calidad excelente y, bajo un manejo adecuado, puede transformarse en una base forrajera de alto rendimiento".
La clave, según Jaurena, está en manejar adecuadamente el ciclo de emisión de cañas, que ocurre entre octubre y comienzos de noviembre. En ese período, el crecimiento es intenso y concentrado, por lo que "si se aplica una alta presión de pastoreo cuando las cañas están verdes, se logra su consumo efectivo y se evita la acumulación de tallos duros". Esta estrategia permite que la especie exprese su máximo potencial de crecimiento durante el verano, ofreciendo un volumen de forraje comparable al de una festuca en condiciones estivales.
Resultados 
Angélica Rodríguez, productora de Tacuarembó que integra el proyecto y cuenta con asesoramiento técnico de INIA, señaló que los cambios en el manejo han generado resultados positivos. "Antes el canutillo estaba muy encanutado, la pastura se volvía dura. Con la subdivisión y el manejo rotativo mejoró la calidad del forraje y también empezamos a ver recuperación del suelo", explicó.
En su predio, el módulo de validación abarca aproximadamente 30 hectáreas subdivididas en potreros de cuatro hectáreas. El manejo consiste en rotaciones de cuatro días durante la primavera, con cargas de 30 vacas de cría con ternero al pie, y mediciones constantes de altura de pastura. "Entramos con el canutillo en 15 a 20 centímetros y salimos con remanentes de 9 a 10 centímetros promedio", indicó Rodríguez. En invierno, el sistema mantiene la misma rotación, pero con una carga ajustada de 20 vacas preñadas, permitiendo la recuperación del tapiz vegetal.
Rodríguez subrayó que el descanso planificado de las parcelas "evita la degradación del campo y favorece el nacimiento de nuevas especies". En su caso, la fracción total de 234 hectáreas combina áreas de rotación intensiva con sectores más extensos donde también se aplican manejos rotativos, aunque de menor frecuencia.
Claves del manejo
El Ing. Jaurena explicó que el principal problema del canutillo surge cuando "se acumulan cañas de un año a otro, volviéndose áreas inaccesibles para el pastoreo". Para evitarlo, la estrategia se basa en mantener una alta intensidad de pastoreo durante la primavera, cuando las cañas están verdes y son palatables. "En esas condiciones, el animal consume los tallos sin dificultad, y el sistema se mantiene equilibrado", señaló.
Los ensayos y validaciones muestran que remanentes de 10 a 12 centímetros de altura permiten un rebrote vigoroso y buena calidad de forraje. En sistemas de pastoreo rotativo bien organizados, con intensidades de 5.000 a 12.000 kilos de animales por hectárea, se logra reducir la selectividad del consumo y garantizar el aprovechamiento de los tallos.
Además, en establecimientos que trabajan con recría de terneros y vaquillonas, algunos productores han optado por fertilizar los canutillos, obteniendo respuestas significativas. "Con fertilización nitrogenada o fosfatada se acelera el crecimiento y mejora notablemente la calidad del forraje", destacó Jaurena.
Fertilización
La fertilización, indicó el técnico, debe realizarse a partir de octubre, coincidiendo con el inicio del crecimiento activo. "No tiene sentido aplicar fertilizantes en agosto o septiembre porque el canutillo no responde hasta que comienzan las temperaturas estivales", explicó. Se recomienda realizar la aplicación, previo a una lluvia, especialmente cuando se utiliza urea, para facilitar su incorporación al suelo.
Algunos productores que buscan avanzar hacia un segundo nivel tecnológico combinan el nitrógeno con fósforo, obteniendo un "plus nutricional" que mejora tanto la cantidad como la calidad del forraje producido.
Validaciones y manejo
La tecnología de manejo del canutillo ha sido validada en distintos departamentos, incluyendo Artigas, Rivera, Salto y Durazno, en predios de productores que aplicaron los principios desarrollados por INIA. En todos los casos, el éxito del sistema depende de dos factores esenciales: la separación del canutillo del resto del campo natural y la instalación de subdivisiones con agua disponible.
Según los técnicos, estos ajustes estructurales permiten aprovechar mejor el potencial de esta gramínea, que "se comporta como una especie de alta productividad en verano, pero con baja expresión en invierno". Por esa razón, se recomienda liberar la carga animal en la estación fría, cuando el crecimiento del canutillo es mínimo.
Una alternativa productiva
El Ing. Jaurena señaló que el canutillo, bajo manejo adecuado, "puede transformarse en una herramienta clave para sostener la base forrajera de sistemas de cría y recría en el norte del país". Su carácter dominante en el campo natural facilita la planificación de un esquema de rotación orientado a la disponibilidad de pasto, maximizando la cosecha del forraje sin deteriorar el recurso.
La experiencia en el establecimiento de Las Mellizas Rodríguez confirma que, con subdivisiones, agua y planificación del pastoreo, "es posible convertir un área antes poco aprovechada en un módulo altamente productivo". El sistema implementado ha permitido mantener cargas importantes de vacas de cría con buena condición corporal y al mismo tiempo observar mejoras en la estructura del suelo y en la cobertura vegetal.