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Experiencia

Por el Padre Martín Ponce De León
La comunidad había resuelto encontrarnos, a primera hora de la mañana, con los fieles que lo deseasen para compartir un rato de oración con ellos. La experiencia era parte de la preparación a una festividad religiosa del lugar. En un determinado momento de la oración se realizaban algunas oraciones de petición. Dichas oraciones eran libres y cada uno las formulaba conforme su deseo.
Una de las personas allí presente, todos los días formuló una oración pidiendo por la conversión de… siembre modificaba los destinatarios de su pedido de conversión. Ello no estaba mal si no hubiese sido que, en ninguna oportunidad, pidió por su propia conversión.
La conversión de los demás comienza por nuestra propia conversión. Todos necesitamos convertirnos un algo más.
No pedir por su propia conversión es dar por descontado que no necesitaba de ella. Ya había llegado a un estado de perfección donde no era necesario la conversión, por ello nunca la solicitó. Eso era lo que uno, escuchando sus pedidos, llegaba a la conclusión.
Cuando nuestra vida tiene una razón de ser. Cuando tenemos sueños que nos hacen avanzar en busca de nuestra plenitud personal, encontramos, siempre, el ejemplo de personas que nos muestran que ello es posible y, desde allí, nos desafían en una búsqueda permanente.
Buscar es reconocer que, aún no se ha llegado, que aún se tiene camino por recorrer, y para ello es necesario asumir la necesidad de una conversión permanente.
Cuando se habla de conversión, no necesariamente, se está diciendo de dejar lo malo para optar por lo bueno. Conversión dice de cambio en nuestra vida.
En oportunidades, la conversión, es asumir nuevos valores puesto descubrimos no estaba en nosotros y el hoy nos lo pide a gritos. En oportunidades, la conversión, es crecer en la puesta en práctica de algún valor que, descubrimos, está un algo menguado en nuestra realidad individual.
Por ello es que la conversión es una realidad constante y necesaria para cualquier ser humano. Siempre podemos encontrar motivos para mejorar en nuestra condición personal.
La necesaria conversión no quiere decir que se sea mala persona, sino que se asume el desafío de ser mejores, y ello pasa por convertirnos.
Suele, la vivencia religiosa, jugarnos una mala pasada puesto que nos hace creernos buenos en una comparación con otros. Nos creemos buenos por el solo hecho de cumplir con prácticas, pero la verdad está lejos de tal cosa.
La verdadera religión nos debe ayudar a asumir nuestra limitada condición personal y, para ello, mirarnos honestamente sin el compararnos con los demás y, mucho menos, juzgando a los demás.
En la vivencia religiosa honesta, encontramos los medios para ayudarnos a superar limitaciones e intentar ser mejores como personas. Pero, también, encontramos esa necesidad de vivir en una conversión permanente puesto que desafiados a ser mejores.
Si nuestra religión pasa por Jesús, el desafío es constante, puesto que todo nos debe motivar a intentar ser coherentes con Él. No alcanza con cumplir, sino que se hace necesario asumir y vivir como propio su estilo de vida y, creo yo, todos podemos reconocer que estamos lejos de ello.
Comencé este artículo relatando una experiencia, y quisiera concluirlo con el deseo de que no pase usted por lo mismo. Hay mucho para convertirse porque hay mucho para cambiar. Ello pasa y se hace realidad por usted y su conversión personal.