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Criptomonedas y moneda digital

Informe: Por Carlos Arredondo
Desde los albores de la historia, el ser humano ha aprendido a reinventarse ante cada transformación. Del trueque al metal, del papel al plástico, y del banco físico a la banca digital: cada cambio económico trajo consigo dudas, resistencias y nuevas oportunidades. La humanidad, resiliente y curiosa por naturaleza, siempre encontró la forma de adaptarse a los giros del destino tecnológico. 
Hoy, otro de esos momentos de inflexión se asoma: la irrupción de las criptomonedas y el dinero digital. Un fenómeno que no solo redefine cómo se mueve el valor, sino también cómo entendemos la libertad, la confianza y el poder en el mundo moderno.
En este informe, realizado para Diario Cambio, intentaremos mostrar cuanto impactará en nuestras vidas cotidianas los cambios que el Nuevo Orden financiero Mundial (digital)nos impone, y cuales serán los riesgos y beneficios a los que los ciudadanos comunes deberemos ajustarnos.

¿Qué son las criptomonedas y por qué existen?
Las criptomonedas son activos digitales que funcionan mediante una tecnología llamada blockchain —una red descentralizada que registra todas las transacciones sin necesidad de bancos ni intermediarios.
La más conocida es Bitcoin, creada en 2009 como respuesta a la crisis financiera global. Su objetivo era simple y revolucionario: permitir que las personas intercambien valor directamente, sin confiar en gobiernos ni bancos.
Con el tiempo surgieron miles de alternativas: Ethereum, XRP, Litecoin, entre muchas otras, cada una con su propio sistema, utilidad y nivel de aceptación.
Estas monedas se pueden usar para enviar dinero al exterior, invertir, o pagar bienes y servicios, aunque su uso cotidiano aún es limitado. En Uruguay, por ejemplo, algunos comercios ya aceptan pagos en criptomonedas, y plataformas como Binance o Lemon Cash suman cada vez más usuarios locales.
El lado oscuro y la necesidad de regulación
El entusiasmo inicial por las criptomonedas también trajo problemas. Su volatilidad —el valor puede cambiar drásticamente en pocas horas—, los fraudes, y el uso para el lavado de activos encendieron las alarmas de los Estados.
Los bancos centrales comenzaron entonces a explorar una alternativa: crear su propia versión digital del dinero oficial, pero con control y respaldo estatal. Así nació el concepto de CBDC, sigla en inglés de Central Bank Digital Currency.
La CBDC uruguaya: 
un paso histórico
Uruguay se prepara para ser uno de los primeros países de la región en contar con su moneda digital oficial. El proyecto de ley, que ya cuenta con media sanción en Diputados, habilita al Banco Central del Uruguay (BCU) a emitir y administrar una moneda digital respaldada por el Estado.
No se trata de una criptomoneda privada, sino de una versión electrónica del peso uruguayo, con idéntico valor y curso legal.
El país ya tuvo una experiencia piloto entre 2017 y 2018 con el “e-Peso”, que permitió a miles de usuarios realizar pagos digitales sin necesidad de conexión a internet. Ahora, la nueva etapa apunta a crear un sistema estable, seguro y universal, que podría integrarse con billeteras electrónicas, transferencias instantáneas y pagos móviles en todo el territorio.
Criptomonedas vs. CBDC: diferencias fundamentales
Aunque pueden parecer similares, las diferencias entre una criptomoneda y una moneda digital del banco central son profundas:
Descentralización: Bitcoin y otras criptos funcionan sin una autoridad central. La CBDC, en cambio, estará controlada y emitida exclusivamente por el BCU.
Respaldo: Las criptomonedas privadas valen lo que el mercado decida; el e-Peso estará respaldado por las reservas del Estado uruguayo.
Privacidad: En el sistema cripto, las transacciones son públicas pero anónimas. En el caso de la CBDC, el Banco Central podrá rastrear operaciones, algo que genera debate sobre la protección de datos personales.
Estabilidad: Las criptomonedas pueden perder o ganar valor en minutos. La CBDC mantendrá paridad total con el peso uruguayo.
Objetivo: Mientras las cripto buscan independencia del sistema financiero tradicional, la moneda digital estatal apunta a modernizarlo, hacerlo más eficiente y reducir la informalidad.
Cómo impactará en 
la vida cotidiana
Si el proyecto se aprueba definitivamente, los uruguayos podrían usar dinero digital oficial para pagar en comercios, enviar dinero desde el celular o recibir beneficios sociales sin necesidad de cuentas bancarias.
El cambio promete menores costos de transacción, mayor inclusión financiera y trazabilidad total del dinero.
Para los bancos, significará adaptarse a una nueva competencia: el propio Estado como emisor y gestor del dinero digital. Para los usuarios, la comodidad será evidente, aunque persistirá la preocupación por la privacidad y el control de los gastos por parte del sistema financiero.
El 22 de noviembre: 
un punto de inflexión
El 22 de noviembre entrará plenamente en vigor la norma internacional ISO 20022, un nuevo estándar para la mensajería financiera global. Este cambio implica una transformación profunda en la forma en que los bancos y sistemas de pago del mundo —incluyendo los de Uruguay— procesan, comunican y resguardan la información de las transacciones. La ISO 20022 también representa un paso clave hacia la integración de activos digitales como las criptomonedas y las monedas digitales de bancos centrales (CBDC), abriendo la puerta a un nuevo orden financiero más interconectado, programable, y posibilidades de controlarlo todo.
¿El fin del efectivo o el comienzo de una nueva era?
El dinero, tal como lo conocemos, está cambiando. Las criptomonedas abrieron el camino hacia la digitalización total de la economía, y los Estados —Uruguay incluido— se preparan para tomar el control de ese proceso.
La diferencia radica en quién tiene el poder: en las cripto, son los usuarios; en las CBDC, los gobiernos.
Mientras unos ven en esta transformación una oportunidad para modernizar el sistema financiero, otros advierten sobre un riesgo de hipercontrol estatal y pérdida de privacidad.
Lo cierto es que, a partir de ahora, el dinero dejará de ser un papel o una moneda en el bolsillo, para transformarse en un código en la pantalla. Y eso, en sí mismo, redefine no solo la economía, sino la idea misma de libertad financiera.

 

El cambio del 22 de noviembre: 
la nueva era ISO 20022 
El 22 de noviembre marcará un punto de inflexión en el sistema financiero global con la entrada en vigor del estándar internacional ISO 20022, un nuevo lenguaje universal para las transacciones electrónicas. A diferencia de los sistemas anteriores, este formato permitirá que los bancos, empresas fintech y organismos financieros de todo el mundo hablen el mismo “idioma” digital, con datos más precisos, trazables y seguros. Uruguay, integrado a la red Swift y al sistema financiero internacional, también deberá adaptarse a esta nueva estructura, que prepara el terreno para una mayor interoperabilidad entre monedas tradicionales, activos digitales y futuras monedas digitales emitidas por bancos centrales (CBDC). La ISO 20022 no es una criptomoneda, pero redefine la base técnica sobre la cual se moverá el dinero en la próxima década: más programable, transparente y global.
Criptomonedas y dinero digital: 
el nuevo mapa del dinero 
que llega a Uruguay
Hasta hace poco, hablar de criptomonedas parecía cosa de especialistas o de jóvenes apasionados por la tecnología. Sin embargo, el tema dejó de ser marginal y hoy forma parte del debate económico mundial. Uruguay no es la excepción. La aprobación en Diputados del proyecto de Moneda Digital del Banco Central (CBDC) marca un antes y un después en la historia financiera del país y abre una pregunta central: ¿cómo cambia esto la forma en que usamos, guardamos y entendemos el dinero?
Como los beneficios siempre son bienvenidos, en esta ocasión preferimos centrarnos en observar los riesgos que trae aparejado el nuevo sistema ya el mismo (un sistema financiero digitalizado) también enciende luces de advertencia. 
La trazabilidad total de las operaciones, que promete transparencia y seguridad, podría derivar en un nivel de control social sin precedentes. En un mundo donde cada movimiento económico deja rastro, los Estados —y eventualmente las grandes corporaciones— tendrían la capacidad de monitorear, restringir o incluso bloquear el uso del dinero en función de criterios políticos o administrativos. Las criptomonedas descentralizadas, como Bitcoin o Ethereum, nacieron justamente como respuesta a ese riesgo: ofrecer independencia frente al poder financiero centralizado. Sin embargo, el auge de las monedas digitales emitidas por bancos centrales (CBDC) podría invertir esa lógica, permitiendo un control absoluto del flujo de dinero, del ahorro y del consumo. La promesa de un sistema más eficiente podría, si no se establecen garantías democráticas claras, transformarse en una herramienta de vigilancia económica.