Por el Padre Martín Ponce De León
No recuerdo, exactamente, cómo fue que surgió la oportunidad de relatar su anécdota de vida. Lo cierto es que la relavaba entre con asombro y algo de simpatía.
“Me acerqué hasta su auto y le dije al hombre: “Que Dios lo bendiga” y él me respondió: “Yo no creo en Dios”, entonces le dije: “Bueno que Dios bendiga a usted y su familia”. Subiendo un poco el tono de su voz me dice: “Que yo no creo en Dios”. Sin pensarlo mucho le digo: “Bueno, que Dios lo bendiga a usted, a su familia y a su perro”
Entonces, antes de marcharse, me insultó”
Este hecho de su vida despertó diversas opiniones entre los presentes. Me resultaba obvio que algunos manifestasen su malestar frente a la postura intransigente del hombre. “¿Cómo no va a creer en Dios?”. Otros manifestaban su rechazo al hecho de haber incluido al perro en un mismo nivel que al hombre y su familia. “No debías de haber metido al perro”. Yo manifesté que él no había actuado muy correctamente al no respetar al hombre y su postura religiosa, los dos no fueron muy respetuosos.
Uno de los principales presupuestos que, en materia religiosa, nos propone Jesús, es el de respetar las diversas posturas que pueden tomarse.
Así como se nos pide la necesidad de saber respetar, se nos pide que actuemos con honesta libertad en nuestras decisiones.
En oportunidades, creemos que es nuestro deber manifestar nuestra creencia. Ello es correcto, pero, también es correcto, respetar a quienes no comparten nuestra opción.
Muchas veces, lejos de lograr algo positivo, no hacemos otra cosa que un radicalizarse, mucho más, en su postura contraria a la que se le manifiesta.
“No hagas a los demás lo que no quieres te hagan a ti”. Así como no nos agrada no ser respetados, debemos respetar al otro, aunque su postura no coincida con la nuestra o no logremos comprender su posición.
En oportunidades, nuestra insistencia sobre una postura que sabemos no es la del otro, no hace otra cosa que un encasillamiento en su postura y un cerrarse a toda posible escucha de cualquier otra posición.
Respetar no quiere decir que no nos importe el tema o que entendamos que cualquier postura es la correcta. Respetar implica aceptar que, el otro, ha llegado, con honestidad y buena voluntad, a asumir una posición que no aceptamos, no aplaudimos, sino que solamente respetamos como esperamos el otro lo haga con la nuestra.
Respetar no es pretender imponernos, ni considerar que debemos hacer aceptar la nuestra, por parte del otro.
Respetar es manifestar nuestra postura y aceptar que, el otro, tiene todo el derecho a manifestar la suya. Respetar es asumir una postura de escucha y aceptación del otro en el uso de su libertad.
Es, sin lugar a dudas, mucho más efectiva una actitud de respeto que un pretender imponer una postura, cosa que es muy difícil de lograr de una forma verdadera, duradera y útil.
La actitud del hombre del vehículo, sin duda, estuvo desacertada también, puesto que no debería haber caído en el insulto. Quizás debería haberle explicado del no desear modificar su postura o, simplemente, limitarse a agradecer las bendiciones que no es otra cosa de un buen deseo bienvenido siempre, aunque interiormente continuase diciéndose “Yo no creo en Dios”