Por Gustavo Varela
Esta semana pasada, ocurrió el episodio del atentado en el domicilio de la Fiscal Ferrero, que si bien no es el primero contra un fiscal de corte, si lo es, bajo la autoría narco.
Da toda la impresión que fue un mensaje de alerta, de hasta dónde pueden, en caso de querer hacer algo, con efectos más graves.
Por supuesto que hace días, que venimos asistiendo a un sinfín de mensajes de apoyo a la fiscal, en encuentros del sistema político, como así también en todos los medios de comunicación y redes sociales, con la intención de mostrar que los orientales somos capaces, a diferencia de otros vecinos del barrio latinoamericano, de estar unidos cuando los grandes intereses de la patria están en juego.
Pero cuando la espuma baje, nos vamos a encontrar que los problemas van a seguir estando delante nuestro, si no somos capaces de tomar medidas fuertes.
Nadie, salvo algún distraído, desconoce, que la seguridad se viene deteriorando, no sólo en nuestro país, sino en el mundo todo.
Que el delito ha venido mutando aceleradamente, y las cifras no dejan de detenerse año tras año, gobierne quien gobierne, y que las drogas son las que acaparan la violencia mayor, pero que tras ellas se disparan los números de todos los demás.
Para acceder al consumo de sustancias, como así también para consumo de productos de moda, muchas personas, entran por el hurto, pasan a la rapiña, siguen en las lesiones, y terminan en asesinatos.- Antes había que traer sicarios de otros países, hoy hay mano de obra muy barata al alcance de la mano.
Nadie puede decir que los diagnósticos no están archiconocidos.
En el pasado, se han ensayado la implementación de algunas tímidas medidas, a sabiendas que la sociedad uruguaya no es de asumir medidas de cambio muy rápidamente.- Por supuesto que esos ensayos no lograron implementarse, como por ejemplo los allanamientos nocturnos, iniciativa de Jorge Larrañaga, que terminó plebiscitándose, sin suerte.
A pesar de ello, la olla a presión de la opinión pública, cada día que pasa va recibiendo más y más presión. La gente de a poco se va hartando de no poder desarrollar su vida, lo más normal posible, y cada vez más, se va encerrando y permitiendo que ese territorio que abandona, sea tomado por la delincuencia.
Hay un concepto, que cada vez más, se va devaluando en el común que son “las garantías constitucionales”, que fueron muy importantes en otros tiempos, pero que mal aplicadas, llevan al desorden.
Libertad de expresión, de prensa, de circulación, de reunión, inviolabilidad de domicilio y muchos más, que se muestran como “derechos”, pero que se olvidan que también conllevan de la mano los “deberes” que son la contrapesa indispensable para el equilibrio.
Muchos países para combatir el desorden apelan al recorte de las garantías, como medida última.
Nosotros todavía no hemos debatido que queremos hacer.
Mientras tanto el tiempo avanza, y las víctimas aumentan.